se me agotan los párpados,
llenos del vacío del alma nocturna.
cristales punzantes mi coraza.
mis ojos se hunden en metales celestes
y en un metal más acuoso del pecho,
que se arrastra por el esófago
irritado por arpones.
respiro tan hondo que el aire no entra.
la conciencia se apaga y enciende intermitente
en el recuerdo del aula, del camino, de la mano recia.
he llegado y quiero volver.
el ladrido me desgarra lo punzante,
se cierra de golpe una puerta,
y el cosquilleo del gallo anclado en la bandera
ondea en el espejo de la plata fijada.
me hundí en el cielo demasiadas horas.
me aspiró el abismo, me encerré en la estrella.
si lloro serán astros lo que caigan,
si grito será nada lo que oiga.
si te espero una hora más serás la sombra
hecha silueta. la gran araña oscura.
el planeta muerto, que no existe.
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