jueves, 19 de junio de 2008

(imagen) a la vuelta

Mirando hacia alante comprendió que no existía alante si primero no miraba hacia atrás. Pero girar la cabeza le estaba férreamente prohibído (alguien se lo advirtió,  no recordaba), a riesgo de sufrir el fatal castigo.
Por eso decidió quedarse quieto. Miró sus pies negando la presencia a sus espaldas y jugó a permanecer totalmente inmóvil.
Pasaron tres días y tres noches, y finalmente se desplomó en el camino con los ojos en blanco, agotado.
Nadie más volvió a saber de él en la superficie.