miércoles, 22 de agosto de 2012

radeau


Al despertar en el colchón prestado y sucio, el del antojo, se le quebraron las ristras de los ojos, como una balsa a la deriva de sí mismo. Hasta entonces él había soñado y sabido sufrir bien al perseguir - a la deriva - a la que pensaba amar. Tras esa noche, nada. Se hizo adulto, se hizo hueco, y se amoldó a las garantías. Despertar en mares anodinos tras bailar con nadie (un cuerpo, una cara, sin nombre) le dejó un gusto por el sabor a fácil, el de amar a todos sin amarrarse el ancla y ser todos los cuerpos sin sonar voz propia. Se decantó por lo que pega como un sudor caliente o el rubor insulso que tolera, y se olvidó de aquellos túneles de búsqueda en los que, al fondo, una vez, había visto su silueta alcanzar a tientas sus mares más profundos, que al perder reunió en ristras que escondió en sus ojos.

1 comentario:

Sr. Silencio dijo...

Lleno de bellas imágenes.